El uso electoral del hambre


Hace unos días, los habitantes del ejido La Laguna fueron convocados a una asamblea, ahí la enviada del gobierno fue clara: “Los que votaron por el PRI tendrán despensa y dinero en apoyo; los que no, ya se pueden ir. Si los compañeros los quieren ayudar, allá ellos, si no, ya se amolaron”, cuenta Maximino Salinas Sifuentes: “Nos dividieron. Por un lado están los que tienen que comer; por otro, los que perdimos y tenemos hambre”.
Por este lugar, ubicado a 350 kilómetros de Monterrey, no pasa la Cruzada contra el Hambre, aunque es uno de los municipios más pobres del país. Casi 70 por ciento de su población vive en pobreza extrema y la totalidad carece de alimentación adecuada.
“Lo único que va a encontrar por estos ejidos es hambre y sequía. Vivimos de atole de maguey. Cuando hay suerte, en la mañana blanquillo, a mediodía sopa y en la noche un café. La carne tenemos años de no probarla. La única carne que comíamos era la de rata, pero ya ni eso. Hace unos meses cayeron unos granizazos que quemaron las ratoneras. No quedo ni una”.
Maximino viste una camisa roja a cuadros, raída. Usa sombrero norteño sucio y maltratado. Su esposa, Gregoria Morales Rodríguez, lo mira con infinita tristeza y aprovecha uno de sus silencios para añadir: “Siempre hemos comido ratas. A mí me gusta asarlas con todo y cuero, nomás las abro por en medio, les echo sal y a las brasas. Cuando ya están cocidas les quito el cuero tostado. Bien sabrosas que están, pero no hay. Hace un año se nos acabaron hasta las ratas”.
El atole de maguey también escasea. En medio del desierto hasta las cactáceas y los nopales padecen los estragos de la sequía. Hace más de dos años que no llueve: “Se acabó la fuerza del maguey por falta de agua. Ya ni atole de maguey. La pasamos con blanquillos y frijoles, a veces sólo frijoles, porque no tenemos ni chile”, dice Gregoria mientras hace tortillas a mano, con un kilo de harina de maíz que compró en la tienda Diconsa y muestra una despensa que le vendió Cáritas a 160 pesos.
Las tortillas las comen sólo dos o tres días a la semana, porque el kilo de harina cuesta 13 pesos: “Vinieron a ofrecernos maíz para la siembra. Yo les dije: ¿dónde lo vamos a sembrar? La tierra está muerta. Mejor nos lo comimos. Ni ganas dan de ir a la milpa. Está seco de a tiro”, comenta Maximino.
Diariamente se levanta a las 6 de la mañana para ir a mover a los animales: un burro y dos potrancas: “Es lo que me queda. Se me acaban de morir dos yeguas. Del maicito que nos quedaba les dábamos un puñito en la mañana y nada más. Pero el maíz se nos acabó. Las dejé sueltas. Si estas también se mueren, pues ni modo”.
Una gallina con media docena de pollitos oscuros ronda la cocina de Gregoria, un lugar hecho de madera, cartón y láminas. Las ollas están vacías. En un comal renegrido va poniendo las tortillas hechas a mano. Hoy las comerán sólo con frijoles. Tiene cinco perros que entran y salen de la casa. Son los guardianes que ahuyentan a los coyotes y así aseguran comer huevo de vez en cuando: “En la tienda hay maíz, pero bien caro, a 5 pesos, ¿con qué?... A veces no tenemos para nada. Cuando tallábamos lechuguilla sacábamos, pero ahora la forestal ya dejó de comprarla y el almacén no la quiere. ¿Qué vamos a hacer? Vivimos de la voluntad de Dios y de los 500 pesos que a veces nos mandan los hijos de Monterrey”.
El Monitor de Sequía de América del Norte y la Comisión Nacional del Agua ubican alrededor de 100 comunidades en extrema pobreza principalmente en los municipios de Galeana, Doctor Arroyo, Mier y Noriega y Aramberri, donde no escasea el agua para consumo humano y últimamente no hay ni para los animales. Es la peor sequía de los pasados 15 años.
Juana Aurora Cavazos, secretaria estatal de Desarrollo Social, dijo que sólo se beneficiarán 20 mil 800 personas en pobreza extrema de Monterrey con el nuevo programa de la Cruzada contra el Hambre, dirigido a 7.4 millones de mexicanos en 400 municipios del país, pero la zona rural más devastada del sur de Nuevo León no está incluida.
Ante la crisis alimentaria, hace unas semanas el gobierno del priísta Rodrigo Medina entregó 2 mil 821 despensas del DIF estatal, cuyo proveedor es Soriana. El contenido: un kilo de Maseca, un kilo de frijol, medio kilo de arroz, medio kilo de galletas de animalitos, dos bolsas de pasta para sopa de 200 gramos cada una y medio litro de aceite.
Gregoria dice que no le tocó despensa. No hay ningún reclamo ni rencor en su comentario. Va llenando la canasta de tortillas y las tapa con un secador bordado. Lamenta que su alimentación se decida por el sentido de su voto en las elecciones del pasado mes de julio: “A mí me gustaba el Partido del Trabajo, pero perdimos, perdimos en todo, ahora ni despensas nos dan”.
En este pequeño ejido todos se conocen y saben las preferencias electorales de cada quien. Con lista en mano fueron entregadas las despensas a quienes sufragaron por el PRI.
“Yo no votaría por el PRI por una despensa; la despensa se me acaba en dos días. Ese no es chiste. Eso sí, nomás cuando vienen a decirnos que votemos por fulano nos dan. Ahora ya ni agua. Ya nos dividieron. Los que decidieron por el alcalde Juan Francisco Espinosa del PRI están separados, todos los que votaron por el Partido del Trabajo se las tienen que arreglar solos”.
Despensas raquíticasSantos Otero Frías tiene 77 años. Camina por las calles polvorientas de La Boquilla. Hace unos días llegó la pipa para llenar el tinaco del pueblo. Llevaban varios meses sin agua para consumo humano, aunque bebían la destinada para los animales. Ahora, cuando abre la llave y ve correr el líquido siente alegría, aunque es un sentimiento tímido y a medias, porque la hambruna que azota a esta región lleva varios años calando las entrañas de sus pobladores.
Vive en una casa de adobe. Por las paredes de su cocina se cuela el frío, la lluvia, el polvo. Está cociendo arroz y en un jarro de barro frijoles. En el reciente reparto de despensas logró “anotarse” y finalmente le entregaron una pequeña bolsa para todo el mes: “Es muy poquito. Hace un año las despensas eran bien grandes, ahora nomás nos duran dos días”.
Doña Santos no sabe por qué las despensas son ahora tan raquíticas. De hecho de enero a noviembre de 2012, durante el año electoral, el gobierno de Rodrigo Medina intensificó la entrega de bolsas de alimentos. Aquellas incluían 10 kilos de Maseca, cuatro kilos de frijol, un kilo de azúcar, un kilo de arroz, un kilo de cereal, seis bolsas de pasta para sopa de 200 gramos cada una, dos latas de atún, un frasco de café soluble de 100 gramos, dos litros de leche y un litro de aceite.
“Esa despensa sí duraba. Era mientras andaban en campaña los de Rodrigo Medina, luego se terminó y dejaron de dar. Ahora ya no nos necesitan, pero sí nos obligan a votar por el PRI; tenemos que ir para que nos den la comida, ni modo”.
Hace una semana llegó en helicóptero Juana Aurora Cavazos, secretaria estatal de Desarrollo Social: “Vino de pasadita, ni habló con nosotros. Traen esa Cruzada contra el Hambre, pero yo la verdad ni he sentido hambre, ya me acostumbré a comer poquito”.
En la despensa el kilo de frijol está quebrado, pero a Doña Santos no le importa: “A mí me gusta. Antes nos criábamos con puros nopales, eso les di a mis 12 hijos. ¿Qué les dábamos? No había más. Ropa ni teníamos. Andábamos con garritas parchadas. Hemos vivido muy pobremente”.
Sus 10 niñas y 2 niños los parió con la partera del pueblo. Cuenta que la desnutrición es general y que el sabor de la carne de res es sólo un recuerdo: “Carne comemos cada año, nomás en Navidad”.
Los huevos no los ha probado desde hace más de un mes. La tienda Diconsa vende el kilo de huevo a 34 pesos. El pollo solamente cuando mata alguno, pero últimamente no ha tenido la posibilidad de criar gallinas. Rie y trajina en la cocina mientras le sirve un plato de comida a Juan, un vecino de ocho años, delgadito y bajito que aparenta tener cinco, precisamente por la desnutrición.
Para Camila Polín Price, estudiosa de la desnutrición, la falta de proteínas provoca enfermedades como Kwashiorkon, muy común en África, y el marasmo por un déficit calórico que produce una delgadez extrema: “la falta de nutrientes afecta la flora intestinal de las personas y niños y bajan sus defensas, por lo cual cualquier bicho o virus puede causarles enfermedades graves y hasta la muerte”.
En La Boquilla el único dispensario es atendido por un médico que asiste una vez al mes: “Ni siquiera trae medicinas, yo le pedí diclofenaco y me dijo que no tenían. En el dispensario no hay nada, nunca traen medicinas ni para los chamacos. Aquí uno se muere”, dice doña Santos, mientras pregunta por la próxima entrega de despensas.
El ex diputado Gerardo Javier García Maldonado, del Partido del Trabajo y originario de Doctor Arroyo, lleva 15 años comprometido con los pobladores de este municipio. Cada 15 días reparte despensas. Y esta vez la entrega será mayor debido a la crisis que azota la región.
“El hambre es un tema recurrente, pero la Cruzada contra el Hambre es puro bla bla bla... No ofrece respuesta al problema. No han sabido enfocar los puntos torales donde existen las necesidades más apremiantes. ¿Cómo es posible que Monterrey fuera catalogado como un lugar de extrema pobreza, en lugar de los municipios rurales? Está claro que es porque habrá elecciones y el partido en el poder quiere ganarlas utilizando electoralmente el hambre”.
Gerardo Javier prepara un camión para llenarlo de víveres y dice que lo peor es cómo en este momento se está condicionando la entrega de apoyos por cuestiones electorales: “Debería ser un programa más humanista, sin colores partidistas. Nos deberíamos unir para erradicar la pobreza de tajo. Es necesario que dejen de lucrar con el hambre”.

Sanjuana Martínez, La Jornada, 28 de abril.

0 Responses to "El uso electoral del hambre"