El chavismo, herido


BUENOS AIRES.— Como otros tantos herederos, Nicolás Maduro no supo o no pudo conservar el caudal político que le legó Hugo Chávez.
Fueron demasiado los errores, envueltos en agotadoras referencias al difunto líder, los cometidos a lo largo de 35 días de gestión interina, para finalmente conducir al país a esta crisis postelectoral.
Un resultado por demás ajustado y sumamente dudoso, con una oposición que, sin la razón de todas sus paranoias y desastres internos, Chávez, parece haber recobrado cierta dinámica política de la mano de su líder, Henrique Capriles.
Capriles encabezó su segunda elección presidencial en seis meses con el mismo ímpetu pero más decidido a no respetar a nada y a nadie, salvo “la voluntad de los venezolanos”. Ya no tenía enfrente a un presidente convaleciente y con los días contados. Ahora del otro lado del ring electoral estaba Maduro y su inconsistencia, Maduro y su necesidad de imitar al desaparecido líder para que el oficialismo no se exaspere en esa bolsa de gatos en la que se fue convirtiendo en los últimos años y donde todos pelean por su cuota de poder.
Sólo Chávez podía contenerlos, pero Chávez ya no está y su base electoral tomó nota de ello. Ni siquiera “el voto del dolor”, que también funcionó en Argentina con la muerte de Néstor Kirchner en el 2011, fue aprovechado por la descendencia política de Chávez.
“Una negociación entre las partes podría ayudar a descomprimir la situación, pero habrá que ver cómo reaccionan esas partes y, principalmente, las Fuerzas Armadas”, confiaba ayer un ex diplomático con redes tendidas en las tres fuerzas.
De hecho, existe un estado deliberativo entre el generalato y el almirantazgo, quienes siguen de cerca cada paso de la crisis.
Incluso ayer Capriles, cuando convocó al cacerolazo de anoche y luego a una marcha para hoy a la sede de la autoridad electoral, aseguró que hubo militares detenidos arbitrariamente por exigir que “se respete la libertad popular”.
Pase lo que pase con la crisis planteada, aún cuando el chavismo logre permanecer en el poder, se imponen cambios drásticos en las formas de gobernar pero también en el fondo. Las necesidades económicas y los problemas estructurales irresueltos necesitan soluciones, como lo admitió ayer el vicepresidente, Jorge Arreaza, cuando habló de “rectificación”.
El chavismo por acción y despilfarro de sus herederos, quedó gravemente herido. Y herido como está, este movimiento que se concibió en función del personalismo del líder estará obligado a enfrentar todos los desafíos que se le presentan en soledad, pagando un alto costo, o iniciar una suerte de transición donde la constante sea el diálogo, el debate y la negociación.
En ese caso ya no será el chavismo, sino un híbrido.
José Vales corresponsal, El Universal, 16 de abril.

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