'Que limpien mi imagen'

Hugo Sánchez Ramírez sube al auto con sus padres, agarra fuerte el volante y comienza la marcha un poco temeroso.

En 2007 el joven mazahua conducía el taxi familiar de San José del Rincón, Estado de México, al municipio vecino de Villa Victoria para trasladar a dos pasajeros, cuando fue interceptado por agentes locales que lo torturaron y acusaron de secuestro y portación de armas.

El resultado de la detención fue una sentencia a 37 años de cárcel por el primer delito y cinco más por el segundo.

Hace cuatro meses, el 17 de octubre, los ministros de la Corte lo exoneraron del cargo de secuestro y recuperó su libertad; no obstante, mañana jueves resolverán si hacen lo mismo con el otro ilícito, para dejar su expediente limpio, sin antecedentes penales.

A un día de conocer el fallo, los recuerdos de Sánchez vuelven al recorrer la misma ruta que hacía la noche de su captura.

"Aquí es donde me detuvieron, eran como 10 policías y cinco patrullas, una me llegó por enfrente otra por atrás, nos comenzaron a golpear.

"Luego nos trajeron a estos árboles para seguirnos golpeando y aquí en la presa de agua me dieron toques eléctricos, decían que había secuestrado a alguien y que de quién eran las armas que traía, yo nunca había visto un arma más que en las películas", relata el joven mientras conduce.

Aunque desde el 22 de octubre quedó libre tras cinco años de encierro en el penal de Santiaguito y su familia lo ha arropado, el daño está a flor de piel.

"Tengo miedo de las autoridades, de que un día me vean y me quieran hacer algo, golpear o hacer culpable de otra cosa", dice.

El joven es el segundo de seis hermanos, concluyó sólo la educación básica, a los 12 años aprendió a manejar y a los 19 se animó conducir el taxi de la familia, cuatro meses después de iniciarse fue detenido.

"Hugo fue sietemesino, yo estaba trabajando embarazada y me caí, fuimos al hospital y nació, estuvo en observación... le pusimos Hugo como el futbolista, porque a su papá le gusta mucho el futbol.

"Estos años del problema, fueron de angustia, siempre nos sentamos todos a la mesa a comer y platicar, hasta que acabamos todos nos levantamos, pero nos faltaba nuestro hijo", comenta doña Rosalba, su mamá.

Al salir de prisión Hugo regresó a su casa, donde notó varios cambios, entre ellos que su hermana, igual que sus amigos y ex novia, ya estaban casados, tenía una nueva sobrina y su hermano menor había sido operado dos veces de los riñones.

Sus padres le hicieron una nueva recámara que está adornada con los cuadros religiosos y aviones a escala de madera que hizo en prisión, algunas noches, cuando intenta dormir, las pesadillas de que aún está en la cárcel lo asaltan.

La angustia está presente en todo momento, dice, y más porque la Suprema Corte no ha resuelto en su favor el segundo amparo que lo ata a su pasado y no le deja iniciar una nueva vida.

"Hay quienes me felicitan que ya esté libre y otros me dicen: 'ya saliste de la cárcel', como burlándose, yo quiero que eso vea el Gobierno, que por su culpa todo lo que estoy viviendo, y más que nada el juez que me sentenció.

"Me siento nervioso, primeramente Dios que todas las cosas salgan bien, para que limpien mi imagen para estar frente a una sociedad que me ha fichado, que mi hicieron pasar un mal momento por un delito que en verdad no cometí.

"Que vea bien la Suprema Corte, que resuelvan el caso y que no sólo sea yo, que vean por más gente que está en la misma situación, gente inocente", indica el joven.

 
 
 
ASÍ LO DIJO
 
"Que el caso sirva para hacer una transformación, un cambio estructural, que no se quede en una situación aislada... tendría que haber una modificación a las prácticas de los operadores de justicia".

Simón Hernández
Abogado del Centro Prodh

Henia Prado, Reforma, 23 de enero.

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