Peña Nieto cobija a Cavazos y advierte: no se puede aplicar la ley violándola


Cd. Victoria, Tamps., 2 de febrero. La cara de felicidad del ex gobernador Manuel Cavazos Lerma, precandidato al Senado, lo decía todo. Enrique Peña Nieto le había levantado el brazo a él y a su compañera de fórmula en señal de triunfo porque justo con ese gesto rubricaba su mensaje al gobierno federal: no se puede aplicar la ley violándola.
Todo se entiende porque ante la averiguación iniciada por la Procuraduría General de la República (PGR) contra tres ex gobernadores tamaulipecos –Tomás Yarrington Ruvalcaba y Eugenio Hernández Flores, además de Cavazos– por delitos contra la salud, daba pie para la réplica del PRI. Era un imperativo del cual se había alertado desde la víspera.
Los mexicanos defendemos a ultranza nuestra democracia. Nos ha costado trabajo construirla y consolidarla, y por eso no dejaremos que a partir de actos o prácticas autoritarias se ponga en riesgo, advirtió Peña Nieto. Luego exigió:¡queremos plena protección y garantía a nuestro régimen democrático!
Arropó a Lupita (Flores) y a Manuel, precandidatos al Senado, y lanzó: no ha se iniciado la campaña, está a dos meses de hacerlo formalmente, pero lo que sí han iniciado son los ataques de los contrarios, aquellos a quienes sólo les ocupa hablar del PRI, señalarlo, descalificarlo, y a sus abanderados. Pero los priístas de ninguna manera caeremos en esa provocación.
La visita de Peña Nieto a Tamaulipas fue un dechado de organización y entusiasmo por el número de los convocados, más de 7 mil. Muchos eran parte de la burocracia estatal, a la cual se dio el día libre para abarrotar el gigantesco Polifórum. Otros provenían de alejadas ciudades como Miguel Alemán y Nuevo Laredo, a quienes se les proporcionó transporte y alimentación. Además un centenar de cadetes de la academia de policía fue mezclado con ropa de civil entre la multitud para evitar algún incidente.
Pero tensión había, y se palpaba sobre todo entre la elite política. Si bien algunos integrantes de ella se decían satisfechos por la disciplina mostrada por Yarrington y Eugenio Hernández al no acudir al encuentro público con Peña Nieto, otros lamentaban laguerra sucia contra el PRI, pero también que se haya postulado como precandidato al Senado a alguien tan endeble como el ex gobernador Cavazos.
Este último acudió con su propio montaje escénico. Minutos antes del arribo de Peña, el ex gobernador llegó al templete enfundado en su eterno y deslavado chaleco rojo y un sombrero norteño. Se paseó por el presídium, saludó efusivo a los legisladores locales y federales y no paró de dirigir saludos hacia el público, aunque éste apenas le respondía con tibios aplausos.
Por eso su sonrisa alcanzó plenitud cuando recibió el respaldo de Peña Nieto.
El mexiquense fustigó la existencia de un México violento y hundido en la desesperación y la intranquilidad, y enseguida reafirmó el compromiso del PRI con la aplicación de la ley.
Después puntualizó: no generemos distorsiones con fines electorales; queremos plena protección y garantía a nuestro régimen democrático, donde sean todos los mexicanos de manera libre quienes decidan quiénes serán sus próximas autoridades, sin distorsiones ni manejo faccioso de la ley en aras de aplicar supuestamente la justicia.
El precandidato presidencial llegó acompañado de su esposa, Angélica Rivera. Hizo el acostumbrado y largo recorrido entre el acoso, el saludo y las peticiones de fotografías.
Ya en el presídium, saludó, entre otros, a Enrique Cárdenas González, quien a sus 84 años, y mientras esperaba el arribo del mexiquense, todavía mostraba el largo colmillo político que hizo tan famosos a los gobernadores de la era lopezportillista.
No reivindicó a Cavazos Lerma en ningún momento (son célebres aquí sus diferencias políticas con aquel). Sencillamente ubicó a éste y a los otros dos ex gobernadores investigados como ex compañeros a quienes debe calificar el pueblo, pues él, por lo pronto, no sabe si aflojaron el cuerpecito.
Quien se mantuvo en su condición de hacer crítica frontal contra las administraciones del PAN fue la secretaria general del tricolor, Cristina Díaz. La paz no puede ser entendida –dijo– en un binomio de sangre y balas.
Una vez más, indicó que el PRI no protegerá a quien haya cometido ilícitos, pero tampoco permitiremos el uso faccioso de la ley en un afán electoral. El estado de derecho, enfatizó, no será moneda de cambio.
Cavazos se iba feliz, pero a pocas cuadras del gigantesco auditorio se reportaba, al mismo tiempo, un nuevo enfrentamiento entre soldados y delincuentes. O sea, lo frecuente.
Rosa Elvira Vargas y Martín Sánchez Treviño, reportera y corresponsal, La Jornada, 3 de febrero.

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