Santos, bajo la sombra de Uribe

BUENOS AIRES.— Un abogado colombiano, respetado militante de la izquierda democrática y antiuribista confeso, con un pasado cercano al M-19, la guerrilla que alcanzó la paz en 1990, fue sometido a una rápida encuesta entre amigos, de esas que disparan debates.

“Oiga, si estuviera obligado a votar por Álvaro Uribe nuevamente o por Juan Manuel Santos, ¿por quién votaría?”. El hombre no dudó un ápice. “Uribe… Santos está más a la derecha aún”, respondió rápidamente.

La anécdota muestra hasta qué punto la candidatura de Santos (quien encabeza las encuestas), lejos de augurar cambios de estilo, preanuncia una profundización de las políticas que primaron en Colombia durante los últimos ocho años.

Economista y ex periodista, sobrino-nieto de un presidente —Eduardo Santos, quien gobernó entre 1938 y 1942)—, primo hermano del actual vicepresidente, ex ministro de Defensa y miembro de una de las familias más reputadas del país, Santos deberá doblegar los obstáculos que le presenta la campaña ahora que la ex canciller Noemí Sanín se convirtió en la candidata del Partido Conservador, desoyendo la recomendación de Uribe para que el oficialismo acudiera a las presidenciales unido detrás de su favorito político.

Por si fuera poco, el candidato deberá dilucidar cómo derrotar aquella máxima no escrita que desde hace años deambula en el ambiente político colombiano: que “nunca más en el país la gente volverá a votar por un Santos para presidente…”.

Una mente previsora

Previsor y oportunista, como lo demostró cuando se le adelantó al propio Uribe en marzo de 2008 y anunció al país el deceso de Manuel Marulanda o Tirofijo, fundador de la guerrilla de las FARC, el líder del Partido de la “U” —que formó para apoyar la gestión del presidente— designó un candidato a vicepresidente que viene de la centroizquierda: Angelino Garzón, y ya comenzó a batallar y a buscar votos en el partido que más conoce, por herencia familiar: el Liberal.

En días pasados designó al ex congresista Liberal, Rodrigo Rivera, como jefe de su campaña, con el único fin de captar votos en esa agrupación, una de cuyas facciones internas lideró hace tiempo. Tomó esta decisión convencido de que los comicios de mayo podrían polarizarse al extremo, no con la oposición propiamente dicha, sino por el revitalizado Partido Conservador que, con Sanín a la cabeza, ve la posibilidad de volver a convertirse en una alternativa de poder.

“En el seno del conservadurismo vieron en Sanín una candidata con trayectoria y la posibilidad de rebelarse contra la idea de entregarle el partido a la U”, señaló el analista Armando Novoa, para quien “ahora la elección presidencial será mucho más equilibrada”. Eso obliga a Santos a colocarse bajo el paraguas protector de Uribe y fue pensando en ello que, en una entrevista al matutino catalán la Vanguardia, dijo: “Yo aspiro a suceder a Uribe, no a reemplazarlo…”.

Santos está consciente de que los Conservadores acapararon a un sector del electorado, que si bien siempre se mostró como partidario del uribismo, “se opuso con fuerza a la nueva reelección del presidente y, por ende, a la continuidad de su liderazgo”, dijo el analista Alfredo Rangel.

El papel del jefe de Estado

El rol de Uribe dependerá en gran medida de cómo se desarrolle las presidenciales del 30 de mayo. Si Santos logra articular un frente que le permita obtener un triunfo holgado en primera vuelta, el ex ministro de Defensa, tendría el margen necesario para plasmar su propio modelo, reemplazando y no sucediendo al mandatario. Pero si no lo consigue y todo se define en una segunda vuelta, la figura de Uribe, con su 70% de imagen positiva, será clave y “será el presidente el que terminará volcando la elección a favor de Santos y llevándose a su descanso post presidencial una alta cuota de poder”, subrayó Novoa.

El primer intento de Uribe y de Santos de que existiese una sola candidatura oficialista fracasó. Fue por culpa de la tozudez de Sanín, de la perspicacia de los varones del Partido Conservador y por la madurez de un vasto porcentaje de votantes independientes que acudieron a la consulta “para apoyar lo actuado en estos ocho años pero para cambiar ciertos métodos y estilos que primaron en este tiempo”, según el analista Andrés Mejía.

Por eso antes de experimentar en qué se asemejan el jefe de Estado y su delfín para la sucesión, el camino de Santos a la Presidencia y de Uribe para la consolidación de su liderazgo político, se vislumbra con unos cuantos escollos. La campaña electoral para determinar quién y cómo administrará el país en la era del posturibismo, ya aparece como la más peleada y más apasionante de los últimos años.
José Vales corresponsal, El Universal 21 de marzo.

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