El principio del fin del uribismo

BUENOS AIRES.— Con los comicios legislativos de ayer, en Colombia comenzó la fase final de un ciclo político, el de Álvaro Uribe. Han sido ocho años los del primer presidente reelecto en la historia democrática de Colombia, intensos, y que marcaron sin duda una época, en la que se logró el retroceso de las FARC y la recuperación de espacios territoriales bajo el esquema de la Seguridad Democrática, pero que dividieron al arco político local y a la sociedad, como pocas veces antes. Ahora surge la gran interrogante: ¿Qué será del uribismo sin Uribe en el poder?

Esa pregunta comenzaba a develarse ayer en las urnas, donde si bien el oficialismo obtuvo la mayoría, como era de esperar, ninguno de los partidos uribistas se perfilaba para dejar claro si el presidente más popular y más controvertido de la política contemporánea colombiana ya tiene un candidato a sucesor.

“Candidatos a presidentes hay muchos, pero para reemplazar a Uribe habrá que trabajar bastante”, decía en días pasados un asesor presidencial.

Juan Manuel Santos, al frente del Partido de la U (el que surgió con el liderazgo de Uribe), va a la cabeza de las encuestas. Anoche se dirimía si los conservadores, elegían a Andrés Felipe Arias o a Noemí Sanín; de lo que pase entre ellos podrá corroborarse si entre Santos y Uribito, como todos conocen a Arias, habrá algo así como una disputa final el próximo 30 de mayo, fecha en que se celebran las elecciones presidenciales, para hacerse con la estructura de poder del oficialismo.

Si la que se termina imponiendo en el conservadurismo es Sanín “la cosa será distinta”, asegura la analista María Jimena Duzán, para quien la ex canciller colombiana “es la más antiuribista de los uribistas”. “El uribismo sin Uribe va camino a convertirse en un conglomerado de islas políticas, porque afloran las disputas internas, incluso en el Partido de la U, donde Juan Manuel no logra aglutinar a toda la dirigencia”, aclara Duzán.

Los ocho años de Uribe en el poder no fueron ocho años más en la vida política del país. Bajo un esquema populista-autoritario, Colombia recuperó nichos de seguridad, arrinconó por primera vez en cuatro décadas a la guerrilla, propinándole duras derrotas militares y políticas, y por primera vez desde 1958 el escenario político contó con un Caudillo, Uribe, quien se va con altos márgenes de adhesión, pero cometió el error de dejar que sus ansias de perpetuación llegaran hasta la Corte Constitucional, cerrándose así la posibilidad de volver a soñar con una postulación para el 2014.

Uribe logró aquello que al país le costó, entre otras cosas, escándalos de corrupción, un Congreso diezmado por las denuncias de “la parapolítica” (legisladores financiados por los paramilitares), la degradación de los partidos políticos y relegar en la agenda nacional el debate por la pobreza y la creciente brecha social.

“Sin Uribe metido en la reelección, en la política se respiran otros aires. La reelección siempre es dañina. Yo siempre fui enemiga de ella y ahora creo que la política recupera el lugar que le cabe para la solución de conflictos”, expresó en conversación telefónica Consuelo González de Perdomo, ex rehén de las FARC y candidata al Congreso, igual que varios de sus ex compañeros de cautiverio, como Clara Rojas, Luis Eladio Pérez y Jorge Gechem.

Sin heredero

Para Fabio Echeverri, ex asesor del jefe de Estado y una de las personas que más y mejor lo conocen, no habrá uribismo sin Uribe y mucho menos un heredero político que pase a administrar la Seguridad Democrática y sus dividendos en materia de votos. En reciente entrevista con El Espectador, Echeverri eligió la figura de “un multimillonario viudo sin descendencia” para hablar de la herencia del presidente.

“Es como esos que cuando mueren les salen ocho hijos reclamando su fortuna. Ahora resulta que todos son sus herederos. Hay que aguardar a ver si señala a alguien. Pero aún así, si lo hace, no creo que exista la capacidad de transferir votos”.

Para dilucidar el futuro del uribismo sólo resta evaluar lo surgido ayer de las urnas, y ver qué estrategia escoge el mandatario colombiano de cara a su sucesión y cómo desarrollará un nuevo rol en la política local que él mismo inauguró: la del caudillo, una estirpe de políticos que no acostumbran abandonar ni la acción política ni su relación con el poder.
José Vales corresponsal, EL Universal, 15 de marzo.

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