Los panistas hacen de la diatriba su arma principal en el debate petrolero

La furibunda reacción de los legisladores del PAN contra Manuel Camacho Solís resultó ayer copia textual de la practicada en casi todas las sesiones del debate petrolero en el Senado hacia los opositores a la iniciativa presidencial, ya sea que la formulen a título personal o en representación de algún grupo político. Entonces, contra el argumento, la diatriba. Contra la propuesta, la descalificación.

O la iniciativa del titular del Ejecutivo no alcanza para dar respuesta a todas las interrogantes, dudas, objeciones, críticas y censuras, o a los heraldos designados –legisladores, funcionarios, académicos y empresarios– nomás no les da la preparación (u otra cosa) para rebatir con algo más allá de la invectiva.

Ayer, por lo menos, aquello se volvió un caos argumental. Un par de legisladores blanquiazules, en algún momento hasta apoyaron la realización de la consulta ciudadana programada para realizarse el próximo día 27 e incluso propusieron las preguntas. Luego, cuando su oponente recogió el guante, ambos se fueron por peteneras y voltearon sus baterías contra su demonio favorito: Andrés Manuel López Obrador.

Para hacer más confuso el discurso panista, en la sesión de este martes el país se enteró de que Acción Nacional no sólo apoya la consulta ciudadana sobre la iniciativa presidencial, sino que, muy a su manera, entiéndase clandestina, ya la ha realizado en más de la mitad del país. ¡Mira tú!

“…Yo he estado ya en 17 estados de este país, en un recorrido de consulta ciudadana; he estado poniendo tiempo para que así sea. No le tenemos miedo a la consulta ciudadana, estamos en contra de una manipulación disfrazada”, reveló ante la estupefacción general el secretario de la Comisión de Energía, Rubén Camarillo.

Por eso, Pablo Gómez, siempre cuidadoso de la oratoria, ahora recurrió al lenguaje coloquial y les recordó esa definición que con frecuencia se le endilga a los panistas. Padecen, les dijo, el síndrome de la Chimoltrufia: como dicen una cosa, dicen otra.

La técnica del denuesto reapareció idéntica. Ya la habían ensayado en otras ocasiones tanto el diputado Juan José Rodríguez Prats como el senador Camarillo. La más reciente, contra el ex secretario de Programación y Presupuesto Carlos Tello Macías, la semana pasada.

Como si ellos hubieran nacido políticamente ayer, los panistas se dedican a “refrescar” biografías. Hacen tabla rasa de su paso por el gobierno federal, así sean sólo ocho años, y no pierden la oportunidad de reciclar esa obsesión panista que de su líder Germán Martínez para abajo, les surge siempre que hablan del PRD: su proceso interno para elegir dirigente nacional.

Esta vez, sin embargo, no fueron lejos por la respuesta. Graco Ramírez les dijo que si bien los perredistas asumen “las consecuencias de un ejercicio democrático que estuvo mal hecho”, en cambio a los del PAN les designan al dirigente de su partido y les cambian de coordinador en el Senado “y ni cuenta se dan; se acuestan con uno y se levantan con otro…digo, con la noticia”.

Y aunque las baladronadas de ambos legisladores panistasconstituyen quizá la “cortina de humo” detrás de la cual se esconde la determinación del gobierno de Felipe Calderón de no permitir modificaciones a su iniciativa, lo cierto es que tanto Rodríguez Prats como Camarillo han usado el micrófono para decir cosas que harían la delicia de cualquier sicoanalista aficionado.

“Con las mentiras de Andrés Manuel –dijo el primero dirigiéndose a Camacho Solís– se hace una enciclopedia más grande que la Británica. Le puedo a usted señalar que yo y él firmamos un documento para sacar juntos un candidato en Tabasco. Se vino a postular por el Distrito Federal y ni siquiera nos avisó. Dígale de mi parte que es un mentiroso. Lamento que usted, ingenuamente, todavía crea que respeta su palabra”.

–¡Le llamas Andrés…! –espetó burlón Pablo Gómez.

–¡Sí, claro! Y él a mí, a pesar de que nos conocemos…y nos tenemos aprecio –respondió el tabasqueño panista.

Era esa la forma de responder al ex regente del Distrito Federal cuando les dijo que el FAP y el comité independiente que la promueven están dispuestos a parar la consulta de finales de mes si el PAN, “honesta y verdaderamente”, la apoyan y promueven. Además, argumentó que su presencia en el Senado no era para discutir su biografía y, junto con Pablo Gómez y Graco Ramírez, se defendió de la acusación de que la izquierda no cuenta con una propuesta propia en materia petrolera.

¿Y la corrupción qué?

Independientemente de ese tour de force, por lo demás previsible, lo que más se extrañó en la 17 sesión del debate petrolero, sobre todo por el tema del mismo, Organización y administración de de Petróleos Mexicanos, fue que prácticamente nadie se atrevió a analizar el reiterado señalamiento de corrupción que distingue a la paraestatal. Y ésta, sin duda, era la ocasión para abordarlo.

Seguramente el propio gremio que encabeza Carlos Romero Deschamps sabe de su inmarcesible poder más allá de quién encabece el poder Ejecutivo –y el Legislativo–, porque ni siquiera hubo presencia de algún representante sindical ayer en Xicoténcatl.

Por eso las palabras del diputado por Convergencia Elías Cárdenas Márquez fueron simple y llanamente omitidas por gente que, como el propio Camarillo, pasó buenos ratos de la sesión –ocupa lugar destacado en el presídium– riéndose sin rubor ante algo que recibía o encontraba en su laptop mientras hablaban los ponentes invitados o sus compañeros legisladores.

Sólo enumeró, dijo, algunos de los problemas torales de la paraestatal: contratismo, corrupción, impunidad, burocratismo, altos sueldos de la burocracia dorada, falta de rendición de cuentas, ineficacia de sus órganos. Mientras Pemex no sea liberada de esos vicios, “simplemente agravaremos tanto en administración como en organización los males que la empresa acarrea”. Nadie le respondió.

Rosa Elvira Vargas, La Jornada, 9 de julio.


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