A dos años de asumir el gobierno, Raúl Castro busca inyectar cambios orgánicos al sistema

La Habana, 30 de julio. Dos años después de que asumió el poder, Raúl Castro abre interrogantes sobre el rumbo que seguirá para inyectar “cambios estructurales” que hagan viable el sistema cubano, y al mismo tiempo muestra una cautela que sugiere un ritmo más pausado en el trayecto.

El 31 de julio de 2006, obligado por una enfermedad que le todavía le impide aparecer en público, Fidel Castro cedió el ejercicio provisional de sus funciones a su hermano menor, quien fue designado jefe de Estado y de gobierno en febrero pasado.

Desde su etapa provisional, Raúl movió los reflectores hacia la crítica escasez de alimentos, el burocratismo y la ineficiencia, y abrió en esa forma un debate en las estructuras oficiales, que coincidió con discusiones académicas y polémicas espontáneas sobre esos y otros temas de actualidad.

En la fiesta nacional del 26 de julio del año pasado, en la provincia de Camagüey, Raúl Castro ofreció introducir “los cambios estructurales y de conceptos que resulten necesarios”.

Hablaba de la agricultura, pero pedía, sin rebasar los márgenes del sistema, “cuestionarnos cuanta cosa hacemos, en busca de realizarla cada vez mejor, de transformar concepciones y métodos que fueron los apropiados en su momento, pero han sido ya superados por la propia vida”.

Su antecedente argumental era el discurso del 17 de noviembre de 2005 en la Universidad de La Habana, en el cual Fidel Castro expuso que el sistema político cubano puede destruirse desde dentro si no se reforma.

Raúl pidió debatir su mensaje de Camagüey y detonó así una ronda de foros populares, que abrieron las entrañas de la vida cotidiana y sedimentaron expectativa de cambio.

El comandante de la revolución Ramiro Valdés, uno de los líderes históricos de la revolución de 1959, dijo que se trataba de “revisar y actualizar críticamente” la política económica.

El ánimo social se conectó con la decisión del presidente de poner el nivel de vida de la población en primer plano, como cuando dijo hace un año que “el salario aún es claramente insuficiente para satisfacer todas las necesidades”.

Regresando al tema hace tres semanas, Raúl Castro dijo al Parlamento que “todos quisiéramos ir más rápido, pero es necesario actuar con realismo”, y se excusó por la “crudeza” de decir algo que rara vez sale de la boca de una autoridad en la isla: en este país “se trabaja poco”.

En esa ocasión ofreció una de las explicaciones más claras sobre sus planes: la gente tiene que cumplir realmente con su carga laboral, ahorrando recursos y sin robar a la empresa; se eliminarán “gratuidades indebidas y el exceso de subsidios” y todo el mundo pagará impuestos.

Como país que envejece, Cuba retrasará las jubilaciones para ajustarlas a un nivel que tienen, por ejemplo, Austria, Brasil o Sudáfrica. A finales de año una reforma administrativa reducirá la estructura del gobierno, en busca de eficiencia.

Jornadas de “trabajo real”
Analistas estiman posible la compactación de sectores pródigos en oficinas, como el agroalimentario y la industria (cuatro ministerios cada uno), las relaciones económicas internacionales (tres ministerios) o la educación (dos).

Ya se intenta agilizar la atención de ventanilla, al descentralizar gestiones agrícolas y de vivienda hasta los municipios.

Está bajo la mira oficial el deterioro de servicios básicos como la educación y la salud y ha crecido la atención a la devastada infraestructura nacional.

En resumen, Raúl está pidiendo que haya jornadas de trabajo real, rígido control de los recursos públicos, menos paternalismo y mejor gestión gubernamental, para todo lo cual el presidente recurre a menudo al ejemplo del complejo empresarial de los militares.

Su mensaje incluye la extirpación del mercado negro, el gran colchón subterráneo de la subsistencia familiar.

Su herramienta principal, que teóricamente también viene de las empresas militares, es un sistema de pagos indexado a los resultados en el sector productivo, pero los empleados de los servicios y la administración pública, donde está el grueso de la fuerza laboral urbana, tienen que esperar aumentos graduales.

Pareciera que está en marcha una gran operación de limpieza del funcionamiento de la economía, las instituciones y los servicios públicos, indispensable desde cualquier punto de vista. Lo que no queda claro es si será una sacudida única o el primer escalón de un cambio de mayor calado.

En contraste con el discurso del 26 de julio de 2007, cuando trazó un horizonte de cambios, en la misma fecha de este año el presidente cubano destacó la inflación internacional como el factor decisivo del corto plazo. Sin nuevas señales sobre la reforma, esta vez describió un panorama de austeridad inevitable.

Gerardo Arreola, La Jornada, 31 de julio.


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